La muerte es un tema que siempre me ha obsesionado, tal vez puede sonar extraño o enfermo, pero creo que no va por ahí. Me interesa entenderla, comprenderla, aprender algo de ella cuando sucede.
El año pasado, en la facultad de Filosofía y Letras, hubo un coloquio sobre la muerte, se explicó desde varios puntos de vista: social, medico, psicológico, literario, etc. No perdí tiempo y asistí a todas las conferencias, como siempre, fueron días pesados, ya que las conferencias duran varias horas y son toda la tarde, durante dos o tres días. Aprendí y comprendí muchas cosas. Además también tomé el curso de Antropología Filosófica durante dos semestres, en algunas clases se habló y discutió sobre este tema.
Lo que tengo muy claro, es que el hombre se comporta como lo hace, debido a que no es consciente de su mortalidad. ¿Cuántas veces no hemos tenido ganas de decir o hacer algo, y siempre lo dejamos para después? Como si estuviéramos seguros de que habrá un después, de que habrá un mañana. Siempre hablamos del futuro, dejamos caer nuestras decisiones e ilusiones en un tiempo que es incierto. Sin detenernos nunca a pensar en que lo verdaderamente importante es el ahora, el presente, y que es lo único "seguro".
La muerte es algo inevitable, inesperado, eso es lo que sabemos. Creí haber entendido todo acerca de ella, pensé haberla entendido a tal grado que cuando sucediera a alguno de mis seres queridos, sería algo que aceptaría como algo natural. No fue así.
Quise hablar de este tema porque hace casi un año murió una de las personas que más he amado, mi abuelita Rebeca. Una persona sana, llena de vida y relativamente joven. Cuando recibí la noticia, no sentí nada, no lloré, ni siquiera cuando vi que se la llevaban en una camilla cubierta con una sabana. Fue un día domingo, íbamos a salir con ella, se metió a bañar muy temprano, se resbaló en la tina. Así se apagó su vida. Fue todo un relajo hasta que la pudieron trasladar a la funeraria cerca de las 7 pm. Cuando yo llegué, ya estaba toda la familia. Vi el ataúd cerrado. Pedí que me dejarán verla, fue hasta el momento de verla ahí "dormida", que caí en la cuenta de lo que había sucedido, lloré, lloré mucho. Por todo lo que ya no era para ella, su nieta consentida, su niña bonita, como siempre me decía. Es egoísta pero así es. Aún no lo entiendo, todavía me cuesta trabajo aceptarlo, siempre me imagino que ella sigue ahí, en su casa. Aún sueño con ella, a veces tengo pesadillas. La sigo queriendo y extrañando.
Me di cuenta que ni con todas las clases del mundo sobre la muerte, llegaré a entender la complejidad de ésta. Nunca estaré preparada para afrontar esta inevitable situación, ese hecho inesperado.
Algo que quiero agregar es, acerca de ese "mito" que se tiene de que los mexicanos tomamos la muerte con humor o indiferencia (como decía Octavio Paz), por aquello de la colorida celebración del día de muertos. La muerte es muerte, aquí y en china. Siempre hay dolor, recuerdos y cicatrices que no se borran nunca.
La muerte es una vida vivida.
La vida es una muerte que viene.
Jorge Luis Borges.
Incierto es el lugar en donde la muerte te espera.
Séneca.